Globalismo, multilateralismo y elecciones en América Latina

La principal contradicción que rige la política internacional en nuestros días la marcan quienes apoyan un mundo unipolar, liderado por EE.UU. y Occidente, también llamados globalistas, con su modelo de democracia liberal, especialmente encabezado por las grandes compañías transnacionales como punta de lanza del comercio mundial y la economía de libre mercado, mientras que por oposición se encuentran los multilateralistas, quienes abogan por un mundo multipolar, e incluso apolar, en el cual no exista únicamente un sólo centro de poder, sino que éste se “democratice” un poco más y permita el surgimiento o existencia de una mayor diversidad política, cultural y económica, espacio en el que podemos situar a países como Rusia y China liderando ese proceso.

Ante esa evidente diferencia es que podemos hacer un acercamiento al estudio de los antagonismos entre los EE. UU. Rusia y China, así como algunas de sus repercusiones geopolíticas y económicas en distintas partes del mundo, pero con especial ahínco en América Latina. En primer lugar, hay que dejar claro que la lucha hoy no es necesariamente ideológica, Rusia no es comunista como algunos quieren seguirlo mostrando o creen, China, a pesar de tener un sistema político comunista, no lo anda imponiendo y por el contrario defiende el libre mercado y la globalización con más ímpetu que el propio Trump. La disputa hoy es por acceso y control a recursos estratégicos y materias primas, por lo general en proceso de agotamiento y creciente demanda por la economía global, mismos no presentes en todas partes del mundo, así como por posiciones geoestratégicas para temas de defensa de soberanía y amplitud de la esfera de influencia o poder de quienes compiten por ese nuevo orden mundial.

Ante un panorama lleno de retos sociales, económicos, políticos y ambientales para las naciones, en especial aquellas situadas en regiones ricas en recursos naturales cada vez más escasos, se debe agregar que el gran juego geopolítico de las potencias en las periferias es muy sutil, a veces poco notable, pero se mueve tratando de voltear el péndulo hacia el lado en que más beneficios obtengan, sin importar mucho las posiciones ideológicas sino más bien la afinidad para con esa potencia.

Históricamente, durante la Guerra Fría, la izquierda estuvo aliada a la antigua URSS, por ende, aunque hoy la Federación Rusa no sea comunista, por “tradición” le apoyan más gobiernos de “izquierda” que de “derecha”, pero no necesariamente porque sean de “izquierda”, sino por sus posturas menos complacientes hacia las potencias hegemónicas occidentales, coyuntura que desde luego les beneficia tanto a ellos como a la misma China. Así también lo han hechos EE. UU. en algunas partes de Europa del este con el respaldo a movimientos ultranacionalistas como el apoyo a la derecha extrema ucraniana o la coalición estratégica que lograron en 2011 en Egipto entre hermandad musulmana y comunistas para derrocar a su viejo títere Hosni Mubarak. Al parecer la lógica de este pragmatismo es esa que dice “la misión determina la coalición”.

El caso más reciente lo podemos ver en América Latina, que con la llegada de gobiernos más hacia la derecha, pro-occidentales, el panorama geopolítico e ideológico parecía virar en otra dirección diferente a la que traían los gobiernos del conocido socialismo del siglo XXI. No obstante, los constantes errores del nuevo presidente estadounidense respecto a la forma en que se expresa, actúa y piensa de sus vecinos latinoamericanos, de la mano de un descontento popular, debido a que los nuevos gobiernos, como en el caso de Brasil con Michel Temer, Mauricio Macri en Argentina o Pedro Pablo Kuczynski en Perú, no lograron detener la oleada de corrupción que era parte del malestar principal de la población, y por lo tanto han deteriorado una vez más dicho proceso de reacomodo de fichas.

Paradójicamente, la llegada de Trump a la presidencia de los EE.UU. ha colaborado al resurgimiento de las izquierdas latinoamericanas y movimientos anti-norteamericanos en el continente y otras partes del mundo, que, a su vez, tienden a ser mejores aliados geopolíticos de Rusia y China. Para muestra un botón, en México la coalición de izquierdas y centro llamada Juntos Haremos Historia formada por el Movimiento de Regeneración Nacional (Morena), con los partidos del Trabajo (PT) y Encuentro Social (PES) lleva una notoria delantera en las encuestas e intención de voto hacia su candiato Andrés Manuel López Obrador. Señal indiscutible de que las relaciones actuales entre ellos y sus vecinos del norte no pasan por los mejores momentos y que éstas pueden dar un giro hacia una posición más nacionalista, algo que sin duda es considerado por los EE. UU. como una amenaza.

En Colombia, el líder de izquierda Gustavo Petro del Movimiento Colombia Humana, a finales del mes de febrero lideraba las encuestas con un 22% de intención de voto, frente a un 16% de su contendiente más cercano. Paraguay es otro país que tendrá elecciones próximamente y el Partido Colorado que ha gobernado parte de los últimos 70 años ese país, con su candidato Mario Benítez, hijo del secretario del dictador Stroessner, se verá enfrentado ante una alianza de centro-izquierda conformada por el Partido Liberal y el Movimiento Guasú del expresidente Fernando Lugo. Brasil, a pesar de los juicios y acusaciones contra el expresidente Lula Da Silva, del Partido de los Trabajadores, es quién lidera las encuestas de intención de voto para las próximas elecciones. Costa Rica decidió en segunda ronda entre el candidato oficialista del Partido Acción Ciudadana de centro-izquierda y un fundamentalista religioso y de tendencia económica muy a la derecha, quién se vio derrotado por una mayoría aplastante.

En Ecuador, con el presidente Lenin Moreno, a pesar de las diferencias entre él y Rafael Correa, la línea ideológica no es hacia la derecha necesariamente, por el contrario, el presidente Moreno ha empezado a reforzar programas sociales que él mismo inició durante el primer gobierno de la Revolución Ciudadana, cuando fue vicepresidente pero que en su segundo mandato Correa abandonó, como, por ejemplo, el programa para personas con discapacidad llamado Manuel Espejo. A todo esto, debemos recordar que vienen elecciones en Cuba y Venezuela, algo a lo que debemos dar seguimiento pues de lo que suceda ahí también dependerá mucho el accionar de las grandes potencias.

Hace unos días una prestigiosa cadena estadounidense publicó una noticia donde plantea que los líderes de la izquierda latinoamericana se están reuniendo y preparando el terreno para volver a la arena política, ya que la actual coyuntura es perfecta para un relanzamiento de su línea de pensamiento político. La noticia mencionó que ya se están dando algunos acercamientos entre Rafael Correa, Cristina Fernández, José Mujica, Michelle Bachelet, Dilma Rousseff y Luiz Inácio Lula da Silva, incluso el mismo Pablo Iglesias ha figurado como parte de algunas de estas reuniones que se han llevado a cabo en diferentes partes del continente.

Esta es solamente una muy breve radiografía de lo mucho que se está moviendo en América Latina en estos momentos, que tiene una relación directa con el panorama global y esa nueva reestructuración del poder mundial en la que nos encontramos. Ante ello, podríamos plantear la siguiente pregunta: ¿Sabían los rusos y los chinos que con Trump en el poder, por su posición y forma de pensar, iba a fortalecer una vez más los movimientos antinorteamericano y eventualmente desencadenar el apoyo a otra línea de pensamiento político más afín a los intereses de estos dos grandes? Es algo que solo el tiempo nos dirá.

AUTOR: Mauricio Ramírez Núñez

FUENTE: www.elmundo.cr

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