Youtube y el primer atentado narcisista

El narcisismo es la auténtica plaga de la ‘generación más preparada de la historia’. Es el fruto de un bombardeo constante para halagar la vanidad del joven (consumidor), esos lemas publicitarios de «imposible es nada» y de «persigue siempre tus sueños».

Bueno, pues ya tenemos nuestra primera terrorista ‘influencer’ y vegana. O, por mejor decir, teníamos, porque en el ataque a tiros a la sede de Youtube en el californiano Valle del Silicio solo ha resultado muerta la propia atacante, Nasim Aghdam.

Mal nombre para la narrativa. Y peor sexo.

Nada más saberse que había un tiroteo en curso en la sede de la popular red social de vídeos, los sospechosos habituales empezaron a frotarse las manos esperando -rezando, casi- que la autoría reforzase el guión que los medios quieren meternos con calzador.

“Si este tirador en YouTube no es un varón blanco ultraderechista -leí en los momentos de confusión a un tal Jim Vannest en Twitter-, me como mi p**o sombrero. ¡Deshagámonos de las p**as armas!”. Espero que le haya puesto un poco de mayonesa y que no tenga una cabeza muy grande.

Porque, para pesadilla del progre mediático, la atacante era todo lo que no debía ser: mujer, árabe iraní, vegana, animalista radical, votante registrada del Partido Demócrata… Solo alegando una identidad sexual confusa hubiera podido resultar más inconveniente como ‘mala’ de esta película.

Los medios, claro, han hecho lo que han podido. Mashable, una popular web de ‘noticias’ que se presenta como adalid del nuevo periodismo, le da duro al Photoshop para convertir el rostro cetrino y los oscurísimos ojos de Nasim en la cara, blanca como un lirio y de ojos brillantemente verdes, de una probable supremacista aria. No lo pueden evitar, es superior a sus fuerzas.

“Aghdam tenía, me parece haber leído (incrédula), cerca de 55.000 seguidores, pero el canal había ‘desmonetizado’ -dejado de pagar- sus vídeos. Y estaba muy enfadada”

Estos patéticos esfuerzos por encajar la realidad a tacón en el esquema ideológico constituyen uno de los aspectos interesantes del caso Aghdam, pero no el único. De hecho, hay uno que me parece aún más relevante y representativo de nuestra era: el móvil.

Nasim Aghdam era una ‘youtuber’, este nuevo remedo de profesión por la que muchos aspiran a vivir -algunos, incluso, lo logran con holgura- de colgar vídeos propios en la red social. Uno puede suscribirse al canal del ‘youtuber’ en cuestión, y la red convierte los suscriptores en dinero para el interesado. Aghdam tenía, me parece haber leído (incrédula), cerca de 55.000 seguidores, pero el canal había ‘desmonetizado’ -dejado de pagar- sus vídeos. Y estaba muy enfadada.

Por favor, yo no entiendo de esto, así que suplico al lector interesado que mire alguno de sus vídeos. Salvo que uno obtenga cierto retorcido placer a partir de la vergüenza ajena, no consigo entender que nadie pueda gastar un segundo de su tiempo contemplando a la persa contorsionándose sin especial gracia con una gallina en la mano.

Me recordó a una escena de hace ya años que me abrió los ojos ante uno de los grandes problemas de nuestro tiempo. Era una de las primeras ediciones de Operación Triunfo, y antes de iniciarse, durante la preselección de los candidatos, emitían escenas de aspirantes que no habían pasado el corte.

En la abrumadora mayoría de los casos, una coincidía con el criterio de los seleccionadores, e incluso se preguntaba cómo podía existir gente con tanta moral (y con parientes tan sordos). En el caso al que me refiero ahora, la chica no era un horror, no daba la talla como alarma de coche, pero estaba lejos, muy lejos de la excelencia. En una palabra, era una cantante mediocre, quizá pasable para una reunión con amigos en la que no se espera nada extraordinario, pero no para competir en un concurso de artistas.

“El culto de la autoestima, eso que desde hace décadas es el centro de todo sistema pedagógico. Esa secta no ha dado una generación de jóvenes seguros de sí mismos, sino seres frágiles que creen merecerlo todo antes de hacer nada”

Pero lo llamativo fue la reacción de la moza al verse descalificada. Lloró con rabia, sorprendida, y afirmó que le daba igual, que ella sabía que tenía talento y que nunca renunciaría a su carrera como cantante. Le auguro un triste destino si no le ha abiertos los ojos a tiempo la realidad.

Es la ‘cara B’ del culto de la autoestima, eso que desde hace décadas es el centro de todo sistema pedagógico. Esa secta no ha dado una generación de jóvenes seguros de sí mismos, resistentes, autosuficientes y tolerantes a la frustración, sino seres frágiles que creen merecerlo todo antes de hacer nada, de gatillo fácil para la ofensa, que se sienten el centro del universo porque desde pequeños se les ha insistido en que no hay nada que no puedan lograr.

El narcisismo es la auténtica plaga de la ‘generación más preparada de la historia’. Es el fruto de un bombardeo constante para halagar la vanidad del joven (consumidor), esos lemas publicitarios de “imposible es nada” y de “persigue siempre tus sueños”.

Chicos, tengo buenas y malas noticias. Las malas: no es verdad, no podéis lograrlo todo; ni siquiera es metafísicamente posible que lleguéis todos el primero a la meta. Si no vales para algo, no persigas “ese sueño” concreto, ten metas realistas y adaptadas a tus verdaderas capacidades, y esas capacidades no las midas desde tu ego inflado por años de ‘autoestima’, sino con criterios objetivos. Los exámenes y las pruebas no son tus objetivos.

Las buenas: no pasa nada por no ser el número uno. Para empezar, es imposible para todos salvo uno en cada disciplina y caso. Se puede tener una vida plena y valiosa sin cumplir los sueños infantiles que son, al final, eso: infantiles. Y es más fácil llegar lejos en lo que de verdad sabes hacer bien, eso para lo que tienes aptitudes reales, aunque resulte menos glamuroso, que tratando a toda costa de ser pívot de la NBA o Premio Nobel de Literatura si Dios no te llamó por ese camino.

Nasim no se lió a tiros ni odiaba Youtube con rara intensidad porque le estuvieran estafando, sino, probablemente, porque muchos le dijeron que “nunca dejara de perseguir sus sueños” y pocos que sus vídeos eran de llorar a grito abierto.

AUTOR: CANDELA SANDE

FUENTE: ACTUALL

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